Cartas a Diana es la historia de un desplazado de Argelia, Antioquia, que llegó al parque de Bello. Al ver a los tinterillos acudió a uno de ellos para que le escribiera una carta de amor para su novia, Diana. Yo no escribo cartas de amor, le respondió. Sólo pagarés y declaraciones de renta, le dijo el escribano. Ante la insistencia del primero, el hombre de la máquina de escribir comenzó a evocar a su mujer muerta hacía tres años -en el 2001- y pensó: por qué no, e inició una correspondencia permanente para la novia del desplazado, pero pensando en su amada. Jordi Sierra i Fabra leyó un día la crónica de David Santos , un periodista de EL COLOMBIANO, sobre los tinterillos de Bello, y de inmediato recordó que en su Barcelona, según había escuchado, existieron hace tiempos esos seres que escribían para otros. Como estaba en Medellín, tomó el metro y fue hasta allá para verlos.