El viejo está sentado en su butación de siempre, todavÃa con la marca del llanto ahogado en cada arruga de la cara; un llanto que sólo ahora Alain comprende. Aún para él, acostumbrado a ver gente asesinada, atropellada en todas las formas posibles, imaginables, era duro ver a Patty desangrada en aquel cuartucho. Para Alex debió de haber sido peor: sólo en unas horas la habÃa logrado frenar a fuerza de cojones, lo habÃa transformado en ese hombre destruido que tenÃa frente a él y que, sin embargo, trataba de aparentar menos dolor del que a las claras se veÃa. - ¿No ha venido la policÃa? - pregunta al viejo -. ¿Qué pasa? - Ya vino. - ¿Y qué dijo? -Inssite Alain, extrañado. - Estoy esperando - le contesta Alex -. Tú eres policÃa. No entiende. Cuando entró al cuartucho, ya Patty y el novio debÃan andar unas doce horas de estar muertos. El suicidio habÃa sido descubierto, pero el lugar no estaba preservado como se establecÃa. Simplemente habÃan cerrado la puerta y ni Alex, según le dijeron, habÃa entrado. - No habrá más policÃa que tú en esto, Alain -vuelve a sentir la voz ronca del viejo -. Y a Patty la entierro pasado mañana... Se murió en un accidente.