Las Academias Zaratustra son escuelas donde se enseña a ser superhombre según las teorías de Nietzsche. Estas Academias están repartidas por varias ciudades europeas -Montreux, Ginebra, Dresde, Berlín- a las que el escritor Juan Bonilla viajó para conocer la esencia de esta empresa a priori desquiciada. De todos modos, Nietzsche no es más que el eje de una ruta inspirada en muchos nombres propios. Así, después de discutir con un aprendiz de superhombre, de sentir el desprecio o la indiferencia de alguno de sus profesores, Bonilla tuvo tiempo de depositar una rosa la orilla del lago Leman en homenaje a Nabokov y brindarle otra a la tumba 735 del cementerio ginebrino que hospeda a Borges. Con su prosa sencilla y sugerente, siempre abierta a la fantasía, Bonilla relata su paseo por el parque de la niebla de Dresde, donde los los vahos lo ocultan todo incluso las propias manos; la visita a una exposición de la obra de Leni Riefenstahl en el Berlín «que se prepara para ser la gran capital de los Estados Unidos e Europa», e incluso narra la parada en la Copenhague de su admirado Michael Laudrup para indagar la realidad de la comuna de Cristiania, ese «gueto positivo donde nadie lee libros de Nietzsche y por eso, según Juan, se erige en la verdadera Academia Zaratustra.