En los tres libros aquí reunidos –Los soles griegos (1989), Cantos del despotado de Morea (1991) y Una estación en Amorgós (1996)–, la mirada del poeta se deja llevar por la presencia ancestral y moderna de un país que por más de una razón trasciende sus fronteras –bien lo saben los helenistas–, y con fina curiosidad intelectual, pero también con la inteligencia de quien ha dialogado largo tiempo con las palabras y las sensaciones que interpretan, indaga en sus personajes de grandeza cotidiana y en las sinuosidades de su historia, la prodigiosa luz del Ática y los sabios reflejos del Egeo.