Edgardo Vega, tras dieciocho años de exilio voluntario en Canadá, se ve obligado a regresar a El Salvado para acudir al entierro de su madre. Ya el viaje “una espeluznante travesía”, se le hace insoportable, sus compatriotas le resultan repulsivos y provocan en él un estado de ansiedad que no le abandonará hasta que se marche. Todo esto se lo cuenta de manera torrencial a Moya, antiguo compañero de colegio.