Un libro con el título Manual de sabiduría puede parecer presuntuoso y hasta fatuo, porque semejante nominación está reservada a unas pocas obras en la historia de la filosofía. No lo es, porque no es ese el propósito que lo anima, sino otro mucho más cercano y realista de abordar cuestiones ordinarias que atienden a problemas reales, cuyo atisbo de solución puede avistarse en la especulación reflexiva y en el pensamiento en profundidad, bajo el signo de la sensatez, la moderación, la humildad y la honestidad. Sería un libro a situar en la llamada «filosofía para la vida» y, todavía mejor, «filosofía habitada», orientado, en su modestia, a encajar en el molde supremo socrático de que «la verdadera virtud consiste en saber».