Florencia, diciembre de 1965. Un hombre es hallado asesinado en su casa: el asesino le ha clavado unas tijeras en la nuca. Se sabe cuál era la profesión del muerto, una profesión tan rentable como desagradable: era un usurero, y la gente, como queriendo subrayar que no era natural de la ciudad, le llamaba el recién llegado. De la primera inspección no emerge ningún indicio significativo. La primera pieza del rompecabezas la ofrecerá la autopsia realizada por el forense, Diotivede. El comisario Bordelli, encargado de echar luz sobre un delito que suscita en él sentimientos contrapuestos -la necesidad de hacer justicia pero también una profunda hostilidad hacia la vÃctima- se dispone a iniciar una investigación que se presenta, como mÃnimo, ardua... Mientras tanto el agente Piras ha regresado a su casa, en Cerdeña, para pasar allà una larga convalecencia debida a una grave herida resultado de un tiroteo. Sus jornadas, marcadas por la rutina y el aburrimiento, cambian de forma inesperada el dÃa en que se ve mezclado en un caso que se presenta también como un verdadero rompecabezas. En su tercera cita con el comisario Bordelli, Marco Vichi vuelve a ofrecernos un personaje vitalista, con sus costumbres y estados de ánimo y una profunda humanidad, sobre un fondo constituido por un asunto siniestro y a la vez revelador de una determinada realidad italiana.