Una nota manuscrita entre las páginas de un libro nos devuelve un recuerdo que ya creíamos olvidado definitivamente. Es así como descubrimos que quizás en nuestras bibliotecas se haya ido desplegando toda nuestra vida, a la espera de que algún día tengamos la necesidad de ir en su busca. Recuperamos lecturas de infancia, juventud y madurez, y en ellas comienzan a aparecer huellas propias y ajenas. Se abre entonces el libro que, sin darnos cuenta, fuimos escribiendo mientras leíamos. Ecos de la Guerra Civil, años de silencio y dictadura, la conquista de la Europa comunitaria, el final de los buenos tiempos, los atentados del 11 de marzo de 2004... Aunque nunca dejamos de ser el centro del relato, nuestros padres, hermanos o amigos cobran protagonismo en unos episodios y desaparecen en otros, para recordarnos que la historia de los lectores es siempre la historia de muchas personas.