Albert Lippincott, que lleva treinta años trabajando en la oficina de correos de Nestor, es un cartero veterano extraordinario, eficiente hasta la obsesión y de un entusiasmo arrollador. Sin embargo, Albert tiene cosas que ocultar. Primero, su mala costumbre de leer el correo de otros. Segundo, su inacabada carrera universitaria, sazonada con una estrafalaria teoría, una crisis nerviosa y un intento frustrado de morderle un ojo a su profesor. Tercero, un matrimonio desastroso, unos padres grotescos y ensimismados y un ambiguo enredo sexual con su melodramática hermana. A esto hay que sumar un intento de reformar el servicio de correos de Kazajstán, y la compleja relación que mantiene con sus gatos. A pesar de todo, Albert no tenía problemas para controlar su vida. No los tenía, hasta que uno de sus clientes postales aparece muerto y resulta que él tiene en su poder una carta que podía haberlo salvado. A lo largo de diez días frenéticos, su precaria existencia se va desmoronando y sus demonios le pisan los talones: los inspectores de correos, que quieren hacerle algunas preguntas; los recuerdos de las mujeres a las que amó, pero no lo suficiente; sus obsesiones sexuales, sus lagunas mentales y un bulto cada vez más doloroso bajo el brazo izquierdo. Lennon traza un hilarante retrato de los Estados Unidos de América poblado por una galería de personajes excéntricos. En medio de todo está Albert Lippincott, buscándole desesperadamente un sentido al embrollo de la vida; imperfecto y estropeado, pero fieramente perspicaz.