Un tiburón financiero de las telecomunicaciones. Un director técnico muerto de forma precipitada. Sospechas de espionaje industrial. Un comisario cachazudo y desconfiado. Unos brutales gemelos guardaespaldas. Un barman filósofo. Un Madrid que palpita en cada página. Y por encima de todo ello, una mujer dotada de una belleza magnética, que atesora el mar y la miel en sus ojos. En ese universo tendrá que moverse el detective Sergio Gomes, solitario, desencantado y cínico, abocado a investigar un caso aparentemente banal en el que nada es lo que parece y en el que los secretos son la única moneda de cambio. Gomes no es Marlowe ni Carvalho, pero cuenta con el desapego del primero y la acidez social del segundo; divorciado, bebedor impenitente de vodka, se ha convertido en detective casi por accidente y tiene un código ético muy particular, además de un defecto que en su profesión termina por convertirse en su mayor virtud: el empecinamiento.