Cuando era pequeña mi película favorita era El ladrón de Bagdad, la versión de Alexander Korda; son inolvidables esas escenas del jardín de palacio, cuando Ahmad se presenta ante la princesa como un genio, reflejándose en el espejo del estanque, dispuesto a todo por su amor… Y qué decir de los juguetes del sultán: el caballo alado y la alfombra mágica, o de Sabú, mi héroe infantil. Como es natural, mi preferencia por las escenas de la película fue cambiando conforme pasaron los años: al principio eran los juguetes y el caballo lo que más llamaba mi atención; después, cómo no, la escena romántica en el jardín. También recuerdo, en Las minas del rey Salomón, el momento en que encuentran ese tesoro magnífico de piedras preciosas y gemas: se quedó grabado a fuego en mi memoria. Por qué esas imágenes perduran en nuestra mente a lo largo de los años sin alterarse y por qué cuando las evocas sientes una gran paz es algo que probablemente los profesionales podrán desarrollar ...