Un libro sobre el Arte del siglo XX, casi al cabo de una década del final del denominado “siglo corto” – que para las artes, a decir verdad, no fue corto en lo más mínimo – tiene el valor de un balance, de una recapitulación, de una reflexión. Una reflexión necesaria, habida cuenta de que el siglo XX no sólo fue la época de las vanguardias, de las fábricas de artistas, de los movimientos y las teorías, sino también la de los medios masivos de comunicación, los museos y la Historia del Arte. El autor se basó en el papel central que desempeña la obra. Así creó una secuencia, con una serie consistente de obras, constatando si era posible recabar información, sugerencias, dudas o datos curiosos del Arte mismo, sin que el discurso crítico llevara la voz cantante. En otras palabras: logró que primara la mirada en lugar del discurso y, cada vez que le resultó posible, le dio la palabra a los propios artistas y a sus camaradas más cercanos, y no a las interpretaciones críticas posteriores.