Situada en el período confuso, azaroso e incierto que va de la ocupación alemana a los primeros tiempos de la Francia liberada, El décimo hombre es una concisa obra maestra, de admirable economía expresiva, en torno al intercambio de personalidades, la transferencia de culpabilidad y el rescate, el enigma último de la propia identidad. Como siempre en el mejor Greene, la intriga es aquí una nítida pantalla de lo psicológico y aun de lo metafísico, una transparente imagen del destino del hombre. Chavel, que ha comprado su vida; Charlot, que enmascara a Chavel, y Carosse, el actor colaboracionista de múltiples caras, son las figuras emblemáticas de un ballet de apariencias y suplantaciones, fintas y regates, que remiten a la perenne condición humana.