Puede sonar extraño llamar humilde a Dios. En la humildad de Dios comprendemos nuestra realidad humana, que sale de la tierra, se nutre de ella, y a ella regresa al final de su viaje. Hablar de la humildad de Dios es siempre una audacia, pues es el más profundo de sus misterios. En esta obra podemos descubrir la consecuencia de esta afirmación sobre Dios para nuestra vida: si Dios es humilde, los humillados de la tierra pueden brindarnos experiencia y lenguaje para hablar de Dios, purificando imágenes que se han alejado del rostro del Hijo que se nos ha mostrado en Jesús de Nazaret.