Fue Adolfo Bioy Casares, en uno de sus viajes a París, quien me habló por primera vez del escritor argentino Ángel Bonomini. Admirador de su obra, en 1972 le había transmitido el deseo de incluir uno de sus relatos, Los novicios de Lerna, en la Antología de la literatura fantástica argentina del siglo XX , que preparaba con Borges. Último representante de lo que en Argentina se conoció como literatura fantástica - movimiento ilustrado, entre otros, por Quiroga y Cortázar-, Ángel Bonomini es dueño de una escritura cristalina que se conjuga perfectamente con la sombría atmósfera de enigmática belleza desenvuelta en sus tramas. Todo en sus relatos -la manera de narrar, la intriga, las situaciones- se halla envuelto en una bruma misteriosa.