Carlos Cibrán, en lo que a ficción respecta, es, fundamentalmente, poeta, habiendo escrito versos a lo largo y ancho de cuarenta años cumplidos, todos ellos reunidos en un libro de esta colección titulado Poesía completa, que yo mismo presenté hace un año.Con todo y de vez en cuando, Cibrán, en este siglo, ha escrito cuentos, los cuentos que siguen, cortos y sin mayores pretensiones, para divertirse más que nada.Entre los cuentistas acreditados que ha tenido presentes, Cibrán gusta mucho de Aldecoa por ser capaz de hacer como fotos, nítidas, de la realidad, aun ficticia, que describe, de Borges en ocasiones, por la densidad dramática que, escuetamente, consigue, de Chejov por dar tintes de normalidad a los acontecimientos más raros que uno pueda imaginarse, integrándolos en lo cotidiano, gustando por distintas razones y también, de Irving, de García Márquez, de Bécquer incluso. Gustando, sobre todo y por sintonizar con él en lo más profundo, de Álvaro Cunqueiro Merlín y Familia, todo fabulación, sin concesión alguna a lo zafio, que contaba historias en la radio y sucedidos, diciendo, entre otras cosas con énfasis y convencimiento, en tono doctoral, que el zanco izquierdo de los pollos era más sabroso que el derecho, por apoyarse las aves dichas en este último para rascarse, lo cual lo hacía más correoso. Cunque...
