La poesía y la oración exigen un ritmo sosegado, una actitud contemplativa, de enamorado, que permita extraer sentidos sorprendentes de significados ordinarios. La poesía pide reposo porque aspira a la lucidez y a la exactitud; el Rosario lo requiere para no caer en la palabrería hueca y para lograr contemplar, con María, el rostro de Dios. Manuel Ballesteros conjuga ambas actividades y alcanza esos objetivos en este libro de poemas verdaderos, necesarios. Ser poeta o lector de poesía no son cosas tan distintas si se hacen bien: sin prisas, contemplando y acogiendo la belleza de unos Misterios que nos permiten ser, más plenamente, lo que somos.