Carvertiano a su modo, casi nunca bronco ni turbulento, es un hacedor del realismo más despojadamente cotidiano, un realismo que podríamos llamar (aparte algún leve toque explosivo o duro) minimalista, esencial o llanamente realismo limpio. Partiendo de una sensación básica -muy extendida hoy- de ser un perdedor ante la vida, Iribarren, de un modo directo, ágil, aparentemente fácil y siempre coloquial, nos sitúa ante múltiples escenas de la vida media, que van desde el sexo, la voluntad de supervivencia o el milagro de la felicidad, a las reflexiones sobre la edad, la complejidad extraña de lo sentimental o la aceptada desesperación en un mundo y una sociedad mal hechos. Luis Antonio de Villena.