[...] Con Dispárame vida, el sol invernal, frente a los visillos tupidos del salón, no se detenía, y el raudal rubio y denso de sus cabellos, como despojándose de un molesto turbante, se cernió sobre Robert, tú, yo, en las páginas todavía sueltas del libro, encendiendo el cristal florido de las copas, esparciéndose en el suelo de la estancia… [...] Soren Peñalver