Los barcos me recuerdan algunas vidas. No es posible abandonarlos en su marcha, o peor, sólo lanzan al mar los desperdicios. En las malas noches, ebrios de caña con sabor al hierro de cubierta, exhaustos por los vómitos, bamboleados por los inseguros jergones de un criminal camastro, los marinos piensan en amores que nunca viven sus mismas horas ni esperan su llegada en ningín puerto. Adolfo García Ortega .