Los poetas nombran el mundo y así renace en cada poema. Conocen el desierto y las estrellas, pisan la nieve virgen en pos de un ave albina o un oso blanco. La verdad los ilumina sin que sepan. Navegan en el barco de Ulises, comparten su lecho con Helena y no temen el grito de Aquiles. Nadie sino ellos conoce su secreto. Caen ciudades, reyes, civilizaciones. Mueren lenguas y escrituras; como el amor mueren. Y como el amor permanecen los poetas en el tiempo: un tiempo que nunca les pertenece, aunque sean ellos quienes lo crean. El tiempo de los poetas, de José Carlos Llop.