En alguna ocasión ha dicho Gadamer que los poetas hablan necesariamente en voz baja. Como cuando se entra a una habitación en la que descansa algún convaleciente, o como cuando nos incorporamos a un concierto que ya ha comenzado, o incluso como cuando rezamos o nos dirigimos a un desconocido para rogarle algo, los poemas de El ignorante adoptan en su mayoría ese tono que el propio Philippe Jaccottet , en su discurso de recepción del Premio Príncipe de Mónaco del año 2003, ha denominado rumor a ras de tierra.