En el año 1957, David Douglas Duncan visitó a su amigo Picasso en su Villa de la Costa Azul. No era la primera vez. La discreción e inteligencia visual de este reportero de leyenda, le habían abierto las puertas de la casa de Picasso y Jacqueline … y de sus corazones. Lo cierto es que, en aquella ocasión, David Duncan viajaba con un perro teckel en su coche, el mismo Mercedes con el que había recorrido toda Europa. Lump (granujilla en alemán) decidió quedarse a vivir con Picasso para siempre. Curiosamente, Picasso había tenido perros en sus casas en otras ocasiones, pero nunca mostró un especial cariño por ninguno de ellos. Sin embargo, este teckel consiguió granjearse su simpatía desde el primer momento.