En febrero de 2013 la Iglesia católica dio un giro sorprendente: el Papa Benedicto XVI anunció su marcha y asumió el título de Papa emérito. Dos semanas después de su marcha, 115 cónclaves eligieron al nuevo Papa: el argentino Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco. La elección fue muy debatida: el nuevo Papa era jesuita y argentino. No tardaron en llegar los rumores sobre su filiación a movimientos sociales y de izquierdas, así como los que lo relacionaban, en cambio, con colaboraciones con la dictadura argentina. Pero en los miles de artículos y en las decenas de libros que se han escrito sobre el nuevo Papa sí había una idea común: la del cambio que podía representar la elección de un cónclave de ese perfil.