El país inicia, en los primeros setenta, una transformación económica y política a velocidad de vértigo. A la vez, aparece un nuevo capitalismo, al calor del pelotazo, que da pie a innumerables casos de corrupción. Pero no todos los delitos quedan impunes, y asistimos al declive y la caída de banqueros, políticos, constructores e incluso jueces.