El libro consta de dos partes estrechamente ligadas. En la primera, y previa introducción en la que se critica la política reinante por ir contra nuestra capacidad de gozar, se actualiza lo que habitualmente se denomina ética. Esta suele quedar reducida a la exposición y discusión de los deberes positivos y negativos. Pero se señala, de nuevo críticamente, que tal ética queda coja. Le falta el desarrollo de la vida buena y la felicidad, dos cosas que normalmente acaban en manos de libros de simple y discutible autoayuda. Este desarrollo es, y así debe ser considerado, sumamente importante. Ahí la ética no habla de obligaciones, sino que aconseja y recuerda. En la segunda parte se desarrolla esta parcela olvidada de la ética. La podemos llamar erótica porque atiende a nuestros deseos teniendo siempre presente, frente al realismo chato, que somos un haz de posibilidades. Desde aquí se expone la necesaria sensibilización, la no menos necesaria imaginación o fantasía, el placer sexual y un cierto retorno a las tesis del ya casi olvidado Marcuse. Se finaliza hablando, más allá de la pobreza sociopolítica actual, de una manera diferente de sentir. Todo ello en un lenguaje accesible y en contacto con la vida cotidiana.