Con el fondo de una ciudad del sur, se presenta un muestrario de personajes -amigos entre sí- que van confluyendo predestinados hacia una terrible Plaza del Cabildo. En ese ámbito, unos pavorosos inquisidores −que son ellos mismos− hacen públicos los delitos y pecados de los allí presos, pidiéndose severas penas contra los encausados. A raíz de aquel “auto de fe”, los personajes se separan, y al cabo del tiempo vuelven a reunirse ante un lienzo en que uno de ellos ha tratado de plasmar aquel episodio. Todos reconocen el terrible ámbito y, a raíz de ese reconocimiento, se separan para no volverse a encontrar más. Uno de ellos, en la soledad de una sierra, encuentra, con el amor, la muerte.