Esta novela iba a llamarse La jurisdicción del engaño y acabó llamándose Los agujeros negros, uno de los varios títulos que le sugerí al editor que, probablemente por no ser afi cionado a la fi esta brava, no entendía el signifi cado del título primitivo. Era la tercera de mi ciclo gaditano, después de La operación Marabú y Los consulados del Más Allá. Su primera edición data de 1978 y elevaba a seis el número de mis novelas. En ese mismo año publicaba además mi quinta colección de poemas y al año siguiente salía, después de un forcejeo de dos años con la Administración, mi primer libro sobre la naturaleza y la vida silvestre.