David Foster Wallace , considerado por muchos como el enfant terrible de la actual narrativa estadounidense, nos ofrece una serie de originales ensayos sobre temas tan diversos como la pornografía, las autobiografías de deportistas o las limitaciones de la lengua inglesa. Su perspectiva es siempre innovadora y sus observaciones finas e inteligentes, como cuando se plantea si es moralmente lícito cocer una langosta viva por un simple placer gustativo.