En esta obra Andrés Ortiz-Osés pasa de la hermenéutica teórica o abstracta a la hermenéutica práctica y concreta, inscribiendo las cuestiones vivas del hombre contemporáneo en reflexiones, interpretaciones y aforismos de la existencia cotidiana. En ellos se apalabra el devenir del sentido y los avatares del sinsentido en un lenguaje filosófico-literario cuyo hilo conductor es la razón afectiva. El prologuista sitúa la filosofía de Ortiz-Osés entre el amor y la muerte, tratando de coimplicar tanto el sentido de la vida representado por el amor como su sinsentido representando por la muerte con su sinsentido representado por la muerte. Pero entre la exaltación del entusiasmo y la depresión melancólica hay un amplio abanico de situaciones intermedias en las que nos encontramos buscando equilibrios, mediaciones y compromisos anímicos. El autor opta por un lenguaje interior y sugerente, capaz de apalabrar las vivencias del hombre y su experiencia compartida. El libro se reclama de una sabiduría del alma, y al final elige el aforismo como subterfugio metafórico del hombre, quedando enmarcado por el autor en el contexto de una filosofía del sentido.