Serafín de Sarov habría de convertirse en uno de esos hombres, únicos en su generación, que —según palabras de Isaac el Sirio— llevados por la oración permanente, fruto del Espíritu Santo, alcanzaron la cima de la espiritualidad cristiana. “Hombre celestial y ángel terrenal”, antes de abandonar esta Tierra nos legó un mensaje para difundir. El elegido para transmitir sus Instrucciones espirituales no fue monje ni clérigo, sino un joven notable de los alrededores, que pecó y sufrió como todos los que viven en este mundo: Nicolás Motovilov.