Es difícil comprender qué motivos tuvo Chejov, para dirigirse en 1890 a tan lejano lugar como la isla de Sajalín; un sentimiento de insatisfacción le dominaba. En un artículo suyo de la época publicado resulta esclarecedor. En nuestros enfermos, cuando se han apoderado de la sociedad europea la pereza, el aburrimiento y el temos a la muerte, cuanbdo hasta los mejores hombres se quedan cuzados de brazos justificando su pereza y su vida disoluta en la falta de un objetivo definido en la vida, el movimiento es tan necesario como el Sol.