... prendieron las lámparas de nafta. No tuvieron hora para comer. Lo hacían en el momento del hambre. Remataban el bocado con un mate de chicha y volvían a danzar. — ¡Ahora, Lamparita! ¡Esa! Zarapico tampoco se cansaba. Bajaba y subía su mano derecha en un mismo y ágil son, al par que decía: Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once y doce, canta el gallo, canta el gallo. As, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, sota, caballo y rey y en mi casa, soy el gallo....