«Medito profundamente. / Cada hora me he enterrado a mí mismo. […] Sin embargo, todavía me jacto: “Estoy aquí”». Y estará por siempre. Porque Ko Un tiene esa capacidad incesante de resurgir cual Ave Fénix. No importa el reto. Una infancia truncada por la guerra, tormentas internas, intentos de suicidio, la cárcel… El poeta coreano ha sabido redirigir estas experiencias y convertirlas en bellas y efímeras flores. Momentos poéticos que nos muestran a un «estudiante errante» que ha viajado arrojando luz a los episodios más oscuros y viviendo «sin saber qué seré mañana».