Hoy están de moda las “cuestiones de género”. Y, desgraciadamente, los ecos de la violencia son los que nos llegan, casi cada día, a través de todos los medios. Pero no sólo cuando la noticia es una agresión o un salvaje asesinato a manos de simples delincuentes (pues casi nunca estamos ante enfermos) salpica nuestras adormecidas conciencias sino que tras las guerras, la inmigración y otros fenómenos que llenan los noticiarios, mano a mano con el fútbol, también encontramos violaciones, abusos contra las inmigrantes y toda una suerte de persecuciones por el simple hecho de ser mujer. Sobre el hecho de que el nuevo papel social de la mujer ha sido un logro (¡salir de casa!) no parece haber duda; que ello ha supuesto un plus de obligaciones está fuera de debate. No es extraño así que la salud se quebrante y veamos en la mujer más alteraciones, especialmente, psicosomáticas, que nunca. ¿Dónde estaba la fibromialgia hace 30 o 40 años? ¿Y los trastornos alimentarios? Son dos ejemplos que nos deben hacer reflexionar, profundamente, sobre los aspectos sociales. Hoy, más que nunca, se idolatra la genética y los factores biológicos obviando muchas veces cuestiones sociales tan evidentes que de no ser por la mediación de claros intereses económicos y comerciales, no podríamos entender. Detrás del peso de lo biológico hay muchas oportunidades, tras lo social, muchas dificultades. Podemos acabar pensando que la mujer padece más, esto o aquello, porque las diferencias biológicas así lo determinan. Del mismo modo podría quedar claro el porqué ninguna mujer ha logrado ser presidenta de los Estados Unidos. Son las diferencias, cada uno a lo suyo, sería la síntesis. No resulta incómodo, al menos para el hombre. Pero si ha cambiado el papel social de la mujer y vemos patologías “preferentemente” femeninas, lo que más llama la atención es la inusitada violencia ejercida, de mil y una maneras, sobre la mujer. Claro, aquí no vale decir que en los últimos 30 o 40 años han cambiado las cosas. La violencia contra la mujer es cosa de siempre, más oculta, más destapada, mejor vista o más proscrita, pero de siempre. No hay mayor mezquindad que referir