Para la mayoría de personas la contemplación de algo estéticamente placentero representa una experiencia enriquecedora. Estas mismas personas pueden percibir también que existe una gran diferencia entre contemplar una obra de arte para sí mismos y acercarse a ella partiendo de un conocimiento teórico previo y de argumentos intelectuales, y también muchas pueden llegar a preguntarse por qué deben preocuparse por el arte. El placer que se obtiene a través de la visión es aceptable en sí mismo, sin embargo, no nos proporciona una información completa - al fin y al cabo, con los dulces también disfrutamos -. El arte, a diferencia de los dulces, consigue enriquecer la vida de una forma que trasciende el simple placer, la agradable decoración o la superficial gratificación del imaginario popular.