La reina de Egipto, Arsinoe, tuvo las cabezas de Julio César y de Cleopatra al alcance de su espada. Si los propósitos de Arsinoe hubieran llegado a cumplirse, el mundo de hoy no se parecerÃa absolutamente en nada al que ahora conocemos: probablemente, el continente africano habrÃa alcanzado una cohesión y una supremacÃa inimaginables en la actualidad.