Tal vez haya que desconfiar del diccionario de la Real Academia cuando define ágrafo como una persona que es incapaz de escribir o no sabe hacerlo. Porque el ágrafo que en este insólito ensayo Antonio Valdecantos disecciona, no sólo puede y sabe escribir, sino que sencillamente se resiste a hacerlo. En estos tiempos en que sobreabunda la escritura ?en realidad, nunca se ha escrito y publicado tanto?, tal vez sea preciso dar la razón a Tolstói cuando anotó en su diario: Escribir no es difícil, lo difícil es no escribir. Las razones por las que el ágrafo no escribe o no publica son innumerables, según pone de manifiesto la minucio- sa casuística que, no sin humor, ofrece Valdecantos. [?] Que Valdecantos, grafómano excelente, haya elegido la figura del ágrafo puede entenderse sin duda como uno de los muchos recursos irónicos que prodiga este libro. [?]Ni que decir tiene que los nombres de Montaigne, La Bruyère, La Rochefoucauld, Gracián, Shaftesbury, Dide- rot, Nietzsche o Chesterton son exponentes diversos de la moderna estirpe del escritor moralista, a la que pertenece ?sin apenas precedentes genuinos en la reciente historia de la filosofía y la literatura españolas? Antonio Valdecantos. José Manuel Cuesta Abad El ágrafo fue creado, pues, para revelar que el habla copia siempre a otra cosa. Es,...
