Algún día, cuando los estudiosos de la literatura asturiana (es decir, de la literatura hecha desde Asturias para el mundo) se acerquen con humildad y sin prejuicios a la obra de Ángel de Anleo, acaso lamenten su ceguera por no haber descubierto antes semejante empeño y sin duda se asombrarán por la riqueza de recursos de un escritor que es un maestro absoluto del idioma. El tojo del enojo es otra más de las perlas de un collar que hace tiempo este singular orfebre, hijo de una concepción épica de la literatura,va depositando cada 14 de abril en el escriño del lector. Lo que de ofrenda alienta en ese gesto que cada año vincula a un libro con tan precisa efeméride, no debe hacernos olvidar sin embargo lo que en estas páginas se dirime desde hace ya más de un lustro: uno de los empeños narrativos más singulares de que nuestra literatura se ha hecho eco a lo largo de su historia, una saga del paisaje y del paisanaje de Asturias en tiempos oscuros y, en definitiva, uno de los más exhaustivos catálogos acerca de los oficios, la fauna y la flora de un mundo que, aunque cercano, se vería abocado al olvido de no ser por la memoria del autor. Por todo ello, si una, acaso la más antigua, de las funciones que desempeña el lenguaje es apropiarse del mundo a través de la palabra, El tojo del enojo, como sus hermanos de leche y sangre año tras año traídos a la luz, es el fruto de una comadrona asombrosa y un homenaje memorable a nuestro acervo, o lo que es lo mismo, a nuestra dignidad como pueblo.