Todos hablan de los suenÌ?os porque cuando la realidad se hace polvo en nuestras manos, queÌÁ maÌÁs nos queda. Alguien se lo pregunta, alguien mira atentamente a quien escribe y lo dice: queÌÁ hacemos con los suenÌ?os cuando los suenÌ?os fracasan. CoÌÁmo decirles que los suenÌ?os son un fracaso en siÌÁ mismos, que llegan cuando no existimos, en esa especie de muerte nocturna que nos atrapa cuando perdemos la consciencia y nos dormimos. Es eÌÁste uno de los paÌÁrrafos finales de Todo lejos, mi uÌÁltima novela. Como en las anteriores, regreso al territorio turbador, casi siempre hostil, de la memoria. En el verano de 1971 un grupo de joÌÁvenes busca romper el cerco de una dictadura nada resignada al maÌÁs miÌÁnimo signo de flaqueza. El tiempo es una mezcla de lo que pasoÌÁ y de lo que nunca fue nada, de horizontes sin liÌÁmites de sombra y amores fugaces como las viejas canciones que cantaban Los Taburos en la Terraza Tropical, de culpa y de silencio porque lo que somos es demasiadas veces lo que los demaÌÁs quieren que seamos en vez de otra cosa diferente.
