Yo conozco el envés de los metales la frente que aprieta las monedas para dañar al dolor. Ahora no sirve ya ningún giro. Ininterrumpida la ceniza queda en las muñecas deja intactas las espinas las seis bayas invernales. Donde yo no llego es quietud la hierba que adensa su sien rayada. Abajo todo sigue en el suelo recomienza la caza nocturna el estallido de los pájaros su cabeza partida, el espejo movido de prisa. La captura.