Siete de la mañana, todavía no ha amanecido, desfilan por las vacías calles los nacionales espectros. Atravieso el puente de la Avenida de la Libertad, levanto los ojos al cielo, allí está Marina Tsvietaieva ahorcada de una estrella. Oscila su cuerpo en la oscuridad, péndulo del reloj de nuestros días.