En la zona rural del maestrazgo turolense se halla el pueblo de Valderrobles, destino elegido por urbanitas estresados, hippies recalcitrantes y artistas excéntricos para construir una nueva Arcadia, lejos de las prisas y los agobios de la ciudad deshumanizada. Allí han rehabilitado un vetusto caserón los abogados Elisa y Antonio, pareja familiar y laboral, de relación abierta y poco convencional. Junto a ellos, Juanjo, un apuesto botarate propietario de un pub; Claudio, un adinerado gestor que palia el tedio de su familia insoportable con frecuentes excursiones venéreas en compañía de Elisa, quien a su vez se entrega a su afición favorita, pegarle al frasco lejos del escrutinio social, y Luis y Juana, propietarios de una fonda. La muerte de estos últimos en un accidente de tráfico obliga a los letrados a la custodia de su huérfano hasta la llegada de Elvira, hermana de la difunta, una mujer sibilina, atractiva y mundana, que se hará cargo del tierno e insoportable infante con la ayuda de una baby-sitter adolescente aficionada a todo tipo de hierbas. En agradecimiento por los cuidados dispensados a su sobrino, Elvira regala a la pareja de abogados un cuadro de grandes dimensiones y factura sorprendente, firmado por un tal Tastavins. Bajo dicho seudónimo se esconde un tipo que dice llamarse Merlot, aunque también se le conoce como Kleón y Lorcan. Tiene una cabaña perdida en plena serranía y un estudio de pintor enclavado en un paraje aún más agreste y recóndito, donde desarrolla su obra artística sin descuidar otros negocios más lucrativos. La irrupción y posterior desaparición del lienzo de Merlot en Valderrobles desatará la caja de los truenos. ¿Por qué llegan a la zona dos sicarios extranjeros cargados de malas intenciones? ¿Por qué el empeño del autor en recuperar su obra? ¿Por qué Elisa, hastiada de su maternidad temporal e indeseada cae en brazos de un nuevo amante? ¿Acaso Teruel existe? Desde luego que sí, y por sus serranías vaga toda una galería