En esta versión del Drácula de Bram Stoker se puede admirar el trabajo de Fernando Fernández, el pintor que dibuja, que impacta con el uso de los colores; pero esa maestría no sería más que un ejercicio de estilo más o menos remarcable y perdurable si no fuera, como así es, el vehículo para trasmitir con suficiente intensidad la carga de romanticismo que para el autor contiene tanto la figura y la relación de los protagonistas como el interior dramático de la narración.