Quien haya visto alguna vez el juego de las sombras en las dunas del Sahara o el espeluznante fenómeno de las piedras deslizantes en el Valle de la Muerte; quien haya observado la sorprendente adaptación de animales y plantas a su inhóspito entorno; quien haya vivido la experiencia de la súbita aparición de un oasis después de vagar durante semanas por el desierto o haya presenciado el pasa de una caravana cargada de sal, sin duda ya no puede desprenderse de la fascinación que ejercen estos inmensos y majestuosos mares de arena.