Dalí es, básicamente, un sistema de pensamiento que hoy denominaríamos multimedia. A menudo con raíces literarias, filosóficas o científicas, que su gran capacidad para la concreción plástica y la categorización visual terminaba derivando hasta la pintura, el cine, la escena o la publicidad en sus más diversas declinaciones. Sin desdeñar la moda, el vídeo, el happening o su particular Dalilandia, ese gigantesco objeto surrealista, fagocitador de tendencias y turistas, denominado Teatro-Museo, que desde Figueras se anticipó en tantos años al omnipresente centro cultural hoy en boga, con vocación de parque temático vendedor de llaveros y otros gadgets.