Desde una perspectiva personalista, estamos convencidos de que no se puede reducir la salud y la enfermedad a procesos de buen funcionamiento biológicos o psíquicos, pues estos estados pueden darse en personas realmente inmaduras, insensibles axiológicamente o pobres caracteriológicamente. Por el contrario, muchas personas, precisamente gracias a su enfermedad física o psíquica, han alcanzado mayores cotas de autoconocimiento, de comprensión ajena, de madurez, de valoración de lo importante. De lo que trata este pequeño ensayo es justo de la falta de firmeza personal, más allá de lo físico y lo psíquico. Más allá de la enfermedad se sitúa la infirmidad de la persona, frecuente causa de síntomas patológicos. Y esta infirmación tiene su origen en no haber desarrollado la persona las posibilidades adecuadas a su identidad más profunda, o en pensar que el fin de la vida se encontraba en sí misma o en los propios deseos o proyectos, o en algo exterior impersonal. La infirmación procede, al cabo, de pensar prometeicamente que somos como dioses, de no contar con lo real, encapsulándose la persona en sí, y no aceptando la finitud propia. Dilucidar los tipos de infirmación personal, sus causas y en qué consiste la salud personal es el reto que, a modo de esbozo, se trata de abordar en estas páginas.