Cuando la poesía se demora oteo el horizonte por si acaso se la llevó de copas el ocaso y se acostó borracha con la aurora. Y allí donde la noche no atesora sino la bruma lírica de un laso deslumbramiento, creo oír el paso titubeante que mi frente escora. Pero en vano es prenderla al abordaje -su belleza ardería ante la espada temblorosa del gélido poeta-, sólo al brillo harapiento del lenguaje se entregará desnuda, inesperada, como una amante lúbrica y discreta.