La Francia de finales del siglo XIX vive una época de cambios. Los embates revolucionarios han dejado un paisaje dominado por una burguesía pujante y emprendedora que aspira a legitimar su posición social frente a una aristocracia estancada que se empeña en conservar el predominio después de la abolición de sus privilegios. En ese entorno, Raimundo de Arcizan, heredero del señorío que lleva su nombre, vive en silencio el amor que siente por Elena de Pardiac. Consciente de las obligaciones que le impone el título de heredero, no se decide a declararle sus sentimientos. Mientras tanto, su padre, el actual marqués de Arcizan, confía en que un matrimonio ventajoso de su hijo ponga fin a la larga época de penurias económicas que atenazan a la familia y amenazan con hundirla. Elena, enamorada de Raimundo, siente que la felicidad la rehuye y que nada puede hacer por ganarse a su amado. Si Raimundo quiere conservar Arcizan deberá casarse con una mujer rica, y si esa mujer es Clara, la única heredera del multimillonario banquero Dossun, todo está perdido para ella. Su rival no sólo es bella, joven y rica, sino que además está decidida a ser la señora de Arcizan, y para ello utilizará todas las armas a su alcance: sus encantos, su astucia y su fortuna.