La prosa de Kristof anda como un títere homicida. Giorgio Manganelli. Porque en el mundo de Kristof, en medio de esa oscuridad y horror en que todos los ciudadanos han sido despojados violentamente de alguien, hay un lugar para los encuentros, y en ellos, además de la sensualidad desbordante y sin prohibiciones, hay una intensidad espiritual que sorprende entre el descreimiento y la desesperanza. Isabel Núñez, La Vanguardia